martes, 10 de febrero de 2009

PHILADELPHIA


















VIERNES 30 ENERO

Parece que ha habido suerte y en el bus que cogemos no hay muchos chinos. De hecho, no hay mucho de nada porque está bastante vacío. Será porque es invierno porque estos buses que van de Chinatown a
Chinatown de cada ciudad son los más baratos y, por lo tanto, los más concurridos por los turistas. En el trayecto, me doy cuenta de que me he olvidado la cartera, así que Julia me abre carta de crédito con la suya (no será lo único que nos olvidemos en este viaje…) Tardamos unas 2 horas en llegar a Phily, como llaman los americanos a esta ciudad tan llena de historia y, una vez allí, nos disponemos a buscar nuestro hostel. Durante los 10 minutos que caminos empezamos a ver una ciudad muy diferente a Nueva York, con edificios bajos y con gente bastante más normal, nada de estridencias, nada multirracial (a excepción de blancos, negros y chinos) y bastante conservadora.
Una vez en el hostel, la chica nos pide los pasaportes y, muy precavidas nosotras, no lo solemos
llevar encima para no perderlo. Asi que Julia lleva su DNI español y yo ni siquiera eso porque no traigo la cartera. La chica se pone seria y nos dice que sólo hacemos el check-in con el pasaporte. Antes de que cunda el pánico recordamos que se lo enviamos por mail a una de las secretarias de Toshi para reservar el apartamento, con lo cual Internet nos salva la papeleta y podemos hacer el check-in aunque no nos dejaran entrar en la habitación hasta las 3pm. Así que pillamos la bufanda y nos vamos a ver qué nos ofrece Phily.

Nuestra primera parada es el centro de visitantes de Philadelphia. Allí empezamos a intuir la importancia en la historia de USA de está ciudad. Vemos un video de cómo se firmó la declaración de la Independencia en 1776 y la ciudad se convirtió en la capital de la recién fundada nación. Este centro se encuentra en el Independence Nacional Historic Park, un parque urbano de 18 hectáreas donde se encuentran varios edificios del siglo XVIII relacionados con la Independencia de los Estados Unidos.

Así que luego visitamos el LIberty Bell Center, un pequeño museo donde se encuentra la Campana de la Libertad en la que se puede leer: “Proclama la libertad por todo el país”. Por lo que se ve, se convirtió en todo un símbolo durante el siglo XVIII y posteriores, ya que también luego la usaron las mujeres para reclamar sus derechos. De tanto usarla, se rompió y ahora la tienen allí para admirar. De hecho, nada más llegar apareció un grupo de escolares en el que curiosamente, casi todas las niñas eran musulmanas porque llevaban pañuelo (todavía no habíamos visto mucho arabe por aquí…)
Cabe destacar a la entrada del museo, un cartel donde se prohibe el acceso con: armas, cuchillos, explosivos y, por último, comida y bebida. Como si la campana no estuviera ya lo suficientemente destrozada ya. Estos americanos viven constantemente “acojonaos” por lo que pudiera pasar y son muy precavidos (pero ya hablaré otro día largo y tendido de esto).

Junto a este edificio, se encuentra el Independence Hall, un edificio patrimonio histórico de la Humanidad, donde se firmó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Un señor con pintas de militar, que parecía más un guarda de Yellowstone, se encargó de enseñárnoslo muy solemnemente y a grito pelao.

Por esta zona, también pudimos ver; la City Tavern, una taverna que fue el escenario de encendidos debates durante la época colonial y que todavía sirve comidas y bebidas; la casa de Betsy Rose, una casa del siglo XVIII donde vivió la mujer a la que se le atribuye haber bordado la primera bandera de los Estados Unidos y Elfreth´s Alley, la calle más antigua de la ciudad, compuesta por pequeñas casitas de colores donde vivieron inmigrantes irlandeses.

Para saciar el hambre tras tanta andada, fuimos a Jim´s Steaks, un peculiar “restaurante”, famoso por servir el mejor Philly cheesesteak de la ciudad, su bocadillo más representativo hecho de filete de ternera picado y queso. Hasta Bon Jovi estuvo en el 90 comiendo algún bocadillo guarro en este garito tan destartalado que lleva 60 años de éxito. De camino al downtown también encontramos una pequeña casita pintada de rosa que resultó ser una pastelería, donde no pudimos resistirnos a coger un pastel de chocolate de verdad, con nata y avellanas. Estaba increíble!!!

Antes de que anochezca, llegamos al Reading Market, un mercado cubierto donde la chica del hostel nos ha recomendado los desayunos en un puesto donde hay mujeres amish atendiendo. Aquello es una maravilla: hay puestos con comida de todos los paises asiática, japonesa, turca, griega, italiana, mexicana, caribeña… Y, acabamos tomando un smoothy, que es un zumo de varias frutas, recién licuadas, y lleno de vitaminas que sabe a gloria.

Al final de la tarde, volvemos al albergue a hacer el check-in. Descubrimos una habitación enorme (para 24 personas) bastante cuidada y, por suerte again, con poca ocupación. Tenemos como vecina una señora de unos 60 años, que va con un andador porque parece tener parálisis en la parte derecha del cuerpo y tiene la cama llena de recortes de Obama. Era curioso porque las puertas se abrían con código y, sin embargo, eran tan malas que podrías haberlas tirado abajo con una patada. Pero, en general, no estaba mal. Esa misma tarde había micrófono abierto para espontáneos, pero casi mejor no quedarse porque había un tiparraco cantando con una guitarra que daba más pena que otra cosa. Además, muy cerca había bares y garitos con música. Así que después de cenar decidimos salir de copas.

Entramos muy decididas al primer garito y el portero nos increpó muy maleducadamente: “ID!!!!!”. Nos estaba pidiendo identificación y yo, me había vuelto a dejar el pasaporte en el albergue”. En nuestro segundo intento para entrar en otro garito (pensamos que no lo pedirían en todos…) nos pasó lo mismo. Con lo cual, decidimos ir a buscar el pasaporte, bueno, en realidad, la fotocopia del pasaporte. Una vez con ella en el bolsillo, pasamos de volver a entrar a los garitos donde ya nos habían gritado y, al final, como nos daba vergüenza sacar nuestras fotocopias, acabamos en un mexicano bebiendo margaritas tan ricamente sin necesidad de identificación ni leches. Acaso tenemos pintas de tener 21 añetes?